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Los verbos de la Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo

Biblioteca Julio Mario Santo Domingo
En este espacio de lectura habitan verbos que lo convierten en un espacio fascinante

Por: Tatiana Soriano Moreno, auxiliar de Biblioteca Julio Mario Santo Domingo

 

Los verbos se inventan según la necesidad de nombrar las actividades, por supuesto, en una biblioteca existen procesos tan particulares que requieren de la invención de verbos que puedan expresar todo lo que hacemos diariamente.

El día comienza cuando timbramos, esta actividad tiene como objetivo despertar a la biblioteca y  anunciarle que hemos llegado, digitamos una serie de números que indican el comienzo del día. Acto seguido nos disponemos a encarrar, es el verbo que se usa en la Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo para designar a la actividad de organizar la colección bibliográfica según las indicaciones del sistema de clasificación decimal Dewey. A 28 kilómetros de distancia, en la Biblioteca Pública Gabriel García Márquez esta misma actividad se conoce con el nombre de intercalar.

El funcionario alterna la actividad anterior con levantar colección, dícese de auxiliar a los libros. Por distintos motivos la colección se cae, una mala jugada de un niño, la carencia de sutileza de un usuario cuando saca un material, cuando esto sucede es importante ayudar a la moribunda colección y ponerla de pie, alinearla al borde del precipicio de metal.

Cuando nos subimos al transporte público camino a casa después de terminar la jornada, compartimos con familiares y amigos los acontecimientos importantes ocurridos durante el día, y entonces se experimenta el verbo paradisiar*, una sensación de satisfacción y gratitud por trabajar en una biblioteca pública, de poner al servicio de otros el conocimiento.

*Este verbo está inspirado en Borges y su frase: siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.
 

La Biblioteca Pública Venecia: una cumpleañera de cuatro décadas

Biblioteca Venecia
El 24 de julio la Biblioteca Pública Venecia Pablo de Tarso cumplió años

Por: Carolina Castillo Melo, coordinadora de la Biblioteca Pública Venecia Pablo de Tarso
 
El sábado 24 de julio, la Biblioteca Pública Venecia Pablo de Tarso celebró 40 años de hacer presencia en la localidad de Tunjuelito. Aunque la fecha exacta de sus inicios no ha sido fácil de establecer porque no existe información documentada al respecto, eso no fue impedimento para recopilar testimonios de algunos habitantes del sector que conocen la historia del proceso de urbanización del barrio, lo que brindó mayor claridad a la hora de calcular sus inicios.


Por lo tanto, la biblioteca, desde siempre, ha estado ubicada al interior de la Subdirección Local de Tunjuelito, la cual entró en funcionamiento el 24 de julio de 1969, en ese entonces, conocida como el Centro Vecinal Pablo de Tarso o Venecia. Su nombre fue elegido en honor al apóstol Pablo de Tarso, con motivo de la conmemoración de la visita del papa Pablo VI al barrio en el año 1968.  Sin embargo, hasta el momento no se cuentan con fuentes de información que permitan asegurar que la biblioteca inició de manera paralela con la Subdirección, por lo cual, se tomó el año de 1981 como la fecha en que fue constituida como unidad satélite del Sistema Metropolitano de Biblioteca Públicas (SIMBID). Es así que se estableció el 24 de julio de 1981 como la fecha referente para celebrar su cumpleaños.


Desde hace unos años, la comunidad usuaria celebra sus cumpleaños con diferentes actividades artísticas, muchas de ellas lideradas y propuestas de manera autónoma por los integrantes de los clubes de lectura.


Para este año, la celebración tuvo lugar en la huerta urbana de la biblioteca que, gracias a la articulación con la Junta de Acción Comunal Venecia, fue posible materializar. En este espacio los asistentes eligieron su nombre a partir de las opciones que nos brindaron las personas a través de la página de BibloRed en Instagram: por unanimidad se puso el nombre de "Huerta la Chupkúa (que significa humedal en muisca) de Venecia". 

Pasquilla: una fiesta de tres años

Tarjeta cumpleaños
La biblioteca de Pasquilla cumplió tres años en junio

Por Vielsa Marroquín

El cumpleaños de la Biblioteca Público Escolar Pasquilla fue una actividad que se desarrolló en el marco de la misionalidad de este proyecto de bibliotecas públicas y escolares. En el ámbito público comunitario, contamos con la participación de los niños y niñas del territorio mediante una pijamada literaria que tuvo lugar el día 8 de junio de 2021. Allí compartimos una divertida jornada denominada ‘Contando estrellas e historias’, por motivo del tercer aniversario de nuestra querida biblioteca. De esta manera, disfrutamos con textos narrativos, rondas, bailes y hasta un delicioso pastel para cantar todos juntos el Cumpleaños feliz.

Esta actividad también contó con una programación y se realizó como actividad de cierre académico y salida a vacaciones. Estamos hablando del YouTube Live en el que, de manera articulada y con trabajo colaborativo, se realizó una transmisión de una hora. De esta manera, los diferentes actores institucionales, comunitarios y colectivos se unieron en un saludo y celebración de este tercer aniversario. 

De tal manera, la biblioteca como ente activo cultural y social participativo en el territorio sigue sembrando la semilla de la cultura, el conocimiento y la unión comunitaria. Semilla que ha iniciado a dar sus primeros frutos, ya que a la fecha y desde su apertura el pasado 8 de junio de 2018 se han registrado un número de préstamos superiores a multiplicar tres veces su colección. Sabemos que después de la pandemia y en el proceso paulatino de los servicios bibliotecarios, la biblioteca sigue contando con un promedio de 400 visitas al mes, cifra que nos alegra y nos motiva a seguir trabajando de manera conjunta para y por el territorio.

Pasquilla: una biblioteca en la Bogotá rural

Pasquilla
La biblioteca de Pasquilla es un trozo de la Bogotá rural

Lo primero, es el frío: un viento helado que corre por las laderas y que se mueve sin obstáculos, penetrante, un lengüetazo que azota invisible y que, como un eco, reverbera hacia todas las latitudes. Lo segundo que uno nota al llegar al corregimiento de Pasquilla es el verde: un verde increíble y majestuoso, un horizonte de montañas que no se puede ver en esa otra Bogotá urbana, de edificios gigantes y barrios extensos. Porque sí, este territorio también es Bogotá. La otra capital que aferra sus raíces en la ruralidad y en las tradiciones campesinas que sus habitantes portan con orgullo: ruanas, sombreros, parcelas, panes calientes y cordialidad sin tapujos.

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En este pequeño paraíso de 75,8 kilómetros cuadrados, se ubica la Biblioteca Público Escolar Pasquilla, que este año cumplió tres años. En sus paredes y vidrios hay diferentes citas de personajes célebres: 

Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros;
hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua;
en lo que a mí refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros.

Jorge Luis Borges.

Tengo la naturaleza, el arte y la poesía.
Si eso no es suficiente… ¿qué lo es?

Vicent Vang Gogh.

El autor solo escribe la mitad del libro.
De la otra mitad, debe ocuparse el lector.

Joseph Conrad.

Pero también hay mensajes de los habitantes y usuarios de las bibliotecas, de esas personas que día a día el equipo de esta biblioteca atiende y trata como una familia. Un equipo conformado por tres mujeres: Vielsa Marroquín, Diana Aponte y Paola Garzón. Tres colaboradoras de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá que con sus labores impactan vidas como la de Sol Fabiola Martínez, una usuaria cuyas palabras resuenan en un cristal:

Mujer pasquilluna, mujer trabajadora y honesta, que ama con toda su alma y su corazón al campo, que tiene claras sus metas y lucha el día a día por ellas.

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Diana es la promotora de lectura del lugar. Llegó a la biblioteca desde su inauguración, hace tres años. Es licenciada en química y su familia toda la vida ha trabajado con las abejas. Ese origen, las ganas de aportar a la transformación alimentaria y su vocación por la pedagogía la llevaron a elegir esa carrera. Pero, en este camino había una intersección: su gusto por los libros.

Es así como ella en 2015 hizo parte del proyecto ‘Lectores ciudadanos’, en el que tuvo formación sobre temas de lectura y escritura. “Fue así como me empecé a enamorarme de la promoción de la lectura y a trabajar este tema en colegios”, cuenta. Esto hizo que su trabajo fuera conocido y cuando le ofrecieron su trabajo en la Biblioteca Público Escolar Pasquilla, aceptó encantada.

“Entre las estrategias que hago está el romper las barreras de que los libros infantiles son para niños o que es difícil leer un libro sin dibujos. Los niños no tienen tanto miedo o resistencias para acercarse a este espacio; el trabajo ha tenido que ser más arduo con los más grandes”, cuenta. Sin embargo, se siente feliz de que la biblioteca sea un punto de encuentro y un espacio que, pese a las dificultades que ha traído la pandemia, sirve de foco cultural para grandes y pequeños.

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Los niños corren hacia Vielsa, le dicen “¡profesora, profesora!” y ella, sin condescendencias, revisa lo que le muestran: un libro que encontraron con emoción, una tarea que están haciendo allí, quizá algo gracioso que vieron en el celular. Más que la coordinadora de la biblioteca, ella funge de docente, vocación que nació y creció en Pasquilla.  Esa tierra a la que ahora quiere retribuir y en la que se aferra fuertemente a sus raíces.

“Sin embargo, nosotros también hacemos mucha gestión territorial”, dice ella. Esto significa que el trabajo no es solo recibir personas, sino llevar la biblioteca hacia donde está la gente. Esto en gran medida se logra gracias a la familiaridad que los pasquillunos se tienen: se saludan, se conocen, saben quiénes son y, en esa medida, se ayudan. “Es que este territorio tiene otro ritmo, otra manera de pasar sus días. Somos campesinos y queremos seguir siéndolo. Y en este espacio reforzamos con orgullo esa identidad que nos representa”, cuenta.

Así, un valor muy importante para este espacio es el de la oralidad y se demuestra en que las personas conversan, charlan, se saludan y se cuentan cosas. También, como campesinos, muchos de los préstamos de libros y materiales que se hacen en Pasquilla tienen que ver con la agricultura. De los alrededor de 4.780 recursos con los que cuenta el lugar, muchos tienen que ver con el tema del campo. La colección se completa por libros infantiles, ubicados en su propia sala, y ensayos, novelas, libros de cuentos, poemas y revistas. 

“Lo importante es que no se olvide que cerca del 75% del territorio de la localidad de Ciudad Bolívar es rural. No es lo mismo una biblioteca urbana que una en el campo. El amor por los libros es el mismo, pero las maneras en que se captan los públicos son diferentes”, agrega Vielsa.

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El espacio de la biblioteca está engalanado por globos de todos los colores. Tres años es el motivo de la celebración: el 8 de junio de 2018 se inauguró este espacio. Por las medidas de bioseguridad, el aforo es limitado. Pero esto no evitó que se pudieran hacer actividades como lecturas compartidas o pijamadas literarias. También, del techo cuelgan tarjetas de felicitaciones y agradecimientos a los libros favoritos del lugar: la saga de Harry Potter, las novelas de Mario Mendoza o El perfume de Patrick Süskind.

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Alrededor de la biblioteca hay flores de todos los colores: amarillas, rojas, blancas, violetas y fucsias. También hay dientes de león, que se desmelenan con las ráfagas, y entre los pastizales rumian ovejas y vacas. Pasquilla es un tesoro rural en el corazón de Bogotá y es una puerta de entrada a los páramos.

Algunos de sus lugares de interés son el Páramo de Pasquilla (donde se pueden ver los icónicos frailejones), la laguna El Alar y el embalse de La Regadera. Y, como no, la Biblioteca Público Escolar Pasquilla. Un centro cultural que transforma vidas y territorios. 

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