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¡Conoce la Biblioteca Pública El Mirador!

El Mirador
La Biblioteca Pública El Mirador es la número 26 de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas

El pasado domingo 28 de noviembre, se inauguró en la localidad de Ciudad Bolívar la Biblioteca Pública El Mirador, junto al Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA). Este nuevo espacio de lectura, escritura y oralidad se encuentra ubicado en la calle 71H sur #27-79, al costado derecho de la estación de TransMiCable Mirador del Paraíso.

Compartimos esta galería de fotos contigo para que conozcas un poco de este espacio y de lo que fue su inauguración. 

¡Visita esta biblioteca y pasa la voz!

 

 

Entrevista a un usuario muy particular de la biblioteca

Biblioteca GGM
En esta historia de ficción, un visitante de otra galaxia nos habla de qué le gusta de la biblioteca

Por: Victoria Guacaneme 

La Biblioteca Pública Gabriel García Márquez recibe mensualmente miles de usuarios. Unos visitan la biblioteca por alguna necesidad de conocimiento específica; otros, por participar en la gran cantidad de actividades que ofrece; y algunos, sencillamente, por compartir un rato con sus amigos o familiares alrededor del libro. El caso es que todos y todas han encontrado en la biblioteca un lugar en el que pueden ser y sentirse como en casa.

Este es el caso de Jorge, como llamaremos a este usuario fiel. Él suele decir con entusiasmo “la biblioteca es mi segundo hogar”. Y tiene razón: la visita de martes a domingo, sin falta y pasa allí gran parte del día. Es precisamente por esto que ha decidido contar hoy para Macondo al día parte de su historia, la cual para tu sorpresa no es tan común como pensaríamos:


Hola querido usuario, gracias por acceder a contar tu historia. Cuéntanos un poco de ti: ¿de dónde eres originario? ¿Cómo llegaste a ser el usuario fiel de la biblioteca que eres hoy?


Gracias a ustedes por escuchar a este viejo. Bueno el nombre que escogí para mi es Jorge, así es como los demás usuarios frecuentes me conocen. Tengo ojos verdes, cabello castaño, mido aproximadamente 1.50 metros y ahora ando un poco subidito de peso, ya saben, la pandemia (risas) y últimamente no me han ayudado mucho las deliciosas empanadas que venden en la cafetería. Llevo más o menos 20 años viviendo en Bogotá, bueno para ser más preciso, en el planeta Tierra. Sí como lo escucharon, no soy originario de la Tierra. 


Respondiendo a tu pregunta, de mi hogar natal recuerdo poco. Pero lo que les puedo decir es que nací y crecí en un planeta ubicado en la constelación de Andrómeda, muy parecido a la Tierra, en cuanto a su estructura física, molecular y a sus componentes químicos. En mi planeta también tenemos una organización social parecida, mi familia consta de seis integrantes, de los cuales soy el menor.


¿Cómo viniste a parar en la Tierra?, ¿desde un principio tuviste la intención de visitar nuestro planeta?


Mi llegada a la tierra ocurrió por accidente, pues me dirigía a otra galaxia en busca de nuevos minerales necesarios para una investigación que realizaba. No tenía la más mínima intención de visitar la Vía Láctea, ya que nos han recomendado no hacer pública nuestra existencia a los terrícolas pues consideran que aún les falta mucho para comprender los enigmas del universo. En realidad, lo que ocurrió fue que una ola de energía producida por la explosión de una supernova alcanzó a mi nave e hizo que todos los circuitos fallaran. No tuve más remedio que aterrizar la nave en el planeta habitado más cercano. Al entrar a la atmósfera la nave se desintegró, solo quedó la cápsula del pasajero la cual aterrizó en el fondo del humedal El Tunjo.


Perdí la conciencia y la memoria por alrededor de catorce años terrestres. Por suerte, mi estructura molecular está diseñada para adaptarse a cualquier entorno y mi cerebro es capaz de asimilar una gran cantidad de información de forma rápida. Así, logré salir sin ser visto pues era de noche. Pero la cápsula también se desintegró por protocolo de seguridad. Estaba solo en un planeta del cual no tenía mucha información, por eso decidí hacer lo que cualquier extraterrestre razonable haría para conseguir información del lugar en el que se encuentra y fue ahí donde conocí esta biblioteca.


¿Qué es lo que más te gusta de la biblioteca? ¿Por qué no has decidido volver a tu lugar de origen?
La biblioteca me ha permitido conocer la historia social de la Tierra. Además, me ha ayudado a adaptarme a la forma de vida que manejan en este planeta. Confío más en los recursos que aquí puedo encontrar (tanto físicos como digitales) que en los que hay en otros lugares. Además, me gusta gastarles bromas a los bibliotecarios, como esconder los libros, subir las revistas al tercer piso y, claro, también participó en todas las actividades que pueda en la biblioteca. Y me gusta que me escuchen, porque tengo mucho que decir y eso que me contengo lo más que puedo.


La verdad es que me siento tranquilo en la biblioteca porque puedo, de cierta forma, ser yo mismo sin temor a correr ningún riesgo, con mis, como lo llaman los demás, “teorías locas” sobre el universo (risas), pero puedo hablar porque en la biblioteca cualquier cosa es posible...


...Próximamente la segunda parte de la entrevista a este particular usuario de la biblioteca en su revista Macondo al día
 

Nirza Morales Díaz: la hija del páramo

Nirza Morales
Nirza Morales es la coordinadora de la nueva Biblioteca Pública El Mirador

Nirza nació en Sumapaz, su madre es  maestra y su padre un amante de los libros, que le leía todo el tiempo. Así, ella creció entre el aire frío del páramo, la vegetación verdeamarillenta y entre lecturas que iban signando, sin que ella ni nadie supiera, un destino futuro de estantes con novelas, cuentos, ensayos, poemarios, actividades culturales y trabajo comunitario. 

A los ocho años, Nirza salió del páramo pero el páramo no salió de ella. Leyó, creció, estudió y se graduó como abogada. Al ser adulta, descubrió que su pasión eran los procesos comunitarios y de este modo se embarcó en trabajos que la llevaron al Huila, para trabajar en el programa Desarrollo y Paz; luego, gracias a esta misma pasión, llegó a Belén de los Andaquíes, un municipio del departamento del Caquetá que está en esa zona en el que la Región Andina deja de ser andina y la Región Amazónica deja de ser amazónica: punto de transición, cruce de caminos. 

En 2014 regresó a Sumapaz. La hija de los páramos volvía a ellos, cargada de lecturas de Eduardo Galeano y de Alfredo Molano, con ganas de poner al servicio de su tierra su experiencia en el trabajo comunitario. “A Sumapaz llegó el programa de Lectores Ciudadanos de Biblored. Con otras 13 personas empezamos a promover la lectura en el territorio. Ellos se fueron a trabajar con los niños y me mandaron a trabajar con los abuelos. Cosa que me gocé como nunca en la vida. Muchos de nuestros abuelos no saben leer, pero sí tienen historias para contar”, cuenta. Así, empezó a recolectar los relatos de los adultos mayores en una grabadora, para mantener vivos los relatos de quienes habían visto con sus ojos de siglos la vida del páramo.

Además de esto, el impacto de Nirza también se materializó en una iniciativa que ideó con un grupo de sumacepeños: la creación de la Biblioteca Comunitaria Pablo Neruda. Este proyecto obtuvo un Estímulo de la Secretaría de Cultura, el cual ayudó en cuestiones logísticas a la materialización del espacio.

Luego, en 2017, Nirza llevó su hoja de vida cuando la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte le entregó a la comunidad la Biblioteca Público Escolar de Sumapaz. Iba con la esperanza de ser mediadora, y salió como coordinadora de este espacio.

Durante más de tres años, trabajó por la lectura, la escritura y la oralidad en su páramo querido.

 

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Ahora en 2021, en plena reactivación económica de Bogotá, Nirza vive en la localidad de Ciudad Bolívar. Justo allí queda su nuevo lugar de trabajo, aquel otro hogar al que le dedica tantas horas y energías: la Biblioteca Pública El Mirador, la número 26 de BibloRed y la más reciente en sumarse a sus otras hermanas en la Red. “Este es un reto enorme, porque me dediqué a buscar todo lo que había sobre la localidad: libros, películas, artículos, ensayos. Quería y tenía que conocer bien el territorio para poder trabajar en él”, cuenta.

Desde su labor como coordinadora, quiere ayudar a borrar y a cambiar los estereotipos que existen acerca de Ciudad Bolívar. “Este territorio es más de lo que las personas creen. Yo tengo la oportunidad de conversar con las personas y ellas me cuentan sus historias de vida, sus ganas de salir adelante y de contribuir por el bienestar general”, comenta Nirza. 

El reto no es fácil, pero esta hija del páramo nunca ha desfallecido ante ningún reto. En este espacio, que atenderá a las personas del barrio El Paraíso y aledaños, todas las edades tendrán 
cabida. El objetivo: crear una nueva narrativa sobre qué significa ser habitante de Ciudad Bolívar. Además, para Nirza es muy importante tender puentes hacia las otras bibliotecas de la localidad y centros culturales. No está sola en esto: la Biblioteca Pública El Mirador estará en el complejo del Museo de la Ciudad Autoconstruida (MCA). Dos espacios culturales que transformarán a un sector de la ciudad.
 

El rostro de la montaña: Biblioteca Pública La Peña

La Peña
Crónica de la Biblioteca Pública La Peña

En las colinas centro orientales de Bogotá está el barrio Los Laches. Allí, en inmediaciones de los barrios La Peña, el Rocío y el Guavio, se erige la Biblioteca Pública La Peña. Una apuesta por cambiar el rostro de un sector que quiere demostrar que también hace parte de la oferta cultural de ese otro centro capitalino que se lleva todas las miradas y visitas.

 
Por Sergio Alzate

Al llegar, lo primero que se nota es el frío: una segunda piel que se pega a la tuya, que te envuelve, que te eriza y te endurece los músculos. Pero no es un frío cualquiera, es diferente al del resto de la ciudad: Bogotá se ve allá abajo, hacia el occidente, y se desenrolla como una alfombra que domina todo hasta donde llega la mirada. Pero acá arriba, en el barrio Los Laches, el frío es otro porque baja directamente de los Cerros orientales.

En ese oasis vertical, puerta de salida del concreto o puerta de entrada al campo, según como se le quiera mirar, está la Biblioteca Pública La Peña. Una edificación que destaca de todas las demás que la rodean: la vivacidad del amarillo recubre la mayoría de su fachada, que como cuota de color tiene franjas azules que, dependiendo de la hora y de cómo cae la luz, se ven más añiles o más verdes.  Un edificio de tres plantas, con huerta propia, que se ha convertido en el epicentro cultural de un sector de la ciudad que muchos no conocen. La biblioteca está allí arriba, invitando a todo aquel que quiera, a que la conozca y derribe mitos. 

La Biblioteca Pública La Peña se inauguró el 29 de mayo de 2007 y actualmente, Andrés Antonio Roldán es su coordinador. Siempre está en movimiento, camina de un lado a otro, interactúa con los usuarios, pregunta cosas, habla, planea. Es un cuerpo que no puede estar quieto y con esa vehemencia lleva adelante todos los proyectos de la Biblioteca. 

 

Orígenes del barrio

En el Boletín Cultural y Bibliográfico número 12 del año 1961 del Banco de la República, se cuenta que los colonos españoles en su búsqueda de oro por los territorios que iban conquistando, se toparon con la historia de los Laches: un pueblo indígena, considerado en su época como aguerrido e intrépido y que prosperaba en las cercanías de lo que hoy conocemos como Sogamoso. 
 
“Fue tradición hispana durante la conquista, el conservar los topónimos nativos que agregaban a los nombres de las nuevas fundaciones. Quizás recordando sus andanzas, los conquistadores al dar nombre a los lugares aledaños a Bogotá, denominaron ‘Los Laches’ a un montecillo hacia el oriente, sitio donde está ubicado hoy el Santuario Nacional de Nuestra Señora de La Peña”, cuenta el boletín. Y este nombre, como un eco de siglos, siguió sonando en este territorio hasta su legalización oficial como barrio parte de la localidad de Santa Fe en 1961.
 
Al norte, Los Laches limita con el barrio de La Peña; al sur, con El Rocío; al occidente, con el Guavio; y al oriente, fríos, neblinosos y verdes, están los Cerros Orientales.


 
El equipo de la biblioteca: sus ojos, sus oídos, sus manos
 
Yenny Hernández ha vivido toda su vida en la localidad de Santa Fe. Desde que inició las labores de la Biblioteca Pública La Peña, ella la visitó como usuaria. Llevaba a talleres a su hija, que en ese entonces tenía dos o tres años. Por ese tiempo, se lanzó un concurso para contratar a una nueva auxiliar, se lo propusieron a Yenny, participó y quedó.
 
A ella no le gusta que las personas hablen mal del barrio y de los barrios que componen el sector. “Hablan de violencia, que quizá sucedía en el pasado, pero no se dan cuenta de que este es un lugar privilegiado porque estamos al lado de los cerros, no sufrimos por la contaminación, podemos respirar y no sufrimos de exceso de ruido”, explica. 
 
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Después de Yenny, también llegó como auxiliar Sandra Simbaqueba. “Fue complejo aprender al inicio, sobre todo porque en esa época las tareas todavía se hacían con libros. Entonces, llegaban los niños a consultarme cosas para poder hacer las tareas y me tocaba indagar las enciclopedias. Lo bueno es que ya uno ahí iba afinando el olfato con la memoria: si es de tal tema, está en tal lado; si es de otra, en este otro lado”, cuenta. 
 
También dice que las historias que tienen que ver con espantos, monstruos, fantasmas y terror en general son de las que más gustan, tanto escritas como audiovisuales. 
 
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La huerta de la Biblioteca Pública La Peña ha ido virando su especificidad, poco a poco, hacia las especies polinizadoras. Es decir, aquellas que atraen a insectos o aves que buscan polen y que, en sus picos, patas o “bocas”, van de flor en flor para ayudar a la reproducción de estas especies vegetales. La huerta queda en el costado sur de la biblioteca y queda emparedada entre esta y la sede de acción comunal del barrio. Acá hay arbustos de anís, un árbol de tomate de árbol, flores de diferentes colores del espectro azul y rojo, suculentas y demás. La idea es que la comunidad aprenda sobre huertas urbanas y pueda replicar estos espacios en sus hogares, con el fin de contribuir a la preservación de las especies polinizadoras y, por ende, al del medio ambiente en general.
 
En este espacio, Mary Yohana Jamioy (promotora de lectura) cuenta cómo llegó a la biblioteca hace nueve años: “inicialmente, yo vivía acá y hacía parte de un colectivo ambiental llamado ‘Trueque por la montaña’. Veníamos a buscar libros sobre temas ambientales y de apropiación territorial desde lo ancestral y comunitario, así que este espacio no me era desconocido. Hasta que me doy cuenta de la vacante y decido participar”. 
 
Siendo su enfoque las ciencias naturales y la educación ambiental decidió participar. Además, que con el tiempo las cuatro líneas de la biblioteca la enamoraron: memoria, territorio, educación ambiental e interculturalidad. Estos temas, transversales a las necesidades de la comunidad, resonaron con los gustos particulares de Mary. 
 
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Andrés Antonio Roldán llegó a la coordinación de La Peña este año, en plena transición entre las cuarentenas y la reactivación de una ciudad que vuelve a levantar el cuello tras los estragos de la pandemia. Prácticamente, conoce a cada visitante de la biblioteca por su nombre, sabe dónde viven, dónde estudian y qué gustos culturales tienen. “Este espacio se ha convertido en un refugio para los niños y los adultos mayores de los barrios aledaños. Acá encuentran actividades, una oferta cultural, un lugar en el que entretenerse y reunirse”, cuenta.
 
Como parte de sus labores de coordinador, incentiva fuertemente la creatividad. Por eso, con los más pequeños, crea actividades de dibujo, cuyos resultados finales engalanan las paredes de las distintas salas de La Peña. También, hay dioramas de la biblioteca: La Peña replicada con vasos plásticos, árboles de plastilina, pasto de pintura verde y pitillos como alumbrado público. 
 
Aunque quizá una de las labores más titánicas de Andrés ha sido la de hacer cumplir ese adagio popular que dice que si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. “Estamos a cinco, diez minutos caminando del otro centro: el turístico, el de las instituciones, el de las universidades. La gente baja hacia allá, pero nadie sube a conocer este lugar. Así que voy a llevar la biblioteca y sus dinámicas a esa ciudad”, explica.


 
Los gemelos de La Peña
 
Cristopher y Juan Camilo son dos gemelos de no más de cinco años. Son activos, llenos de energía y ven a la biblioteca como un segundo hogar. Tienen las pieles tostadas no por el sol, sino por el frío de la montaña que da ese color trigueño sonrosado tan característico de quienes viven a la vera del viento. Se cuelgan de Andrés, le piden permiso, le recuerdan que deben jugar y se ponen sombreros vueltiaos de cartón. 
 
Hacen parte de estas nuevas generaciones que se apropian de la Biblioteca Pública La Peña y que con sus manualidades engalanan las paredes de diferentes lugares: la sala infantil, la sala general. Hojas en las que pueden verse entre las abstracciones de los trazos infantiles galaxias, plantas, rostros, montañas. Las mismas montañas en las que viven y juegan estos gemelos, entre amigos, pasto, libros y películas. Mirando a una ciudad que se extiende, casi infinita, hacia el horizonte del occidente, saludándola a diario desde la Biblioteca Pública La Peña.

Mi primer día en la biblioteca

Biblioteca GGM
Daney Victoria Guacaneme Martínez, auxiliar de la Biblioteca GGM, nos cuenta su primer día en BibloRed

2 de febrero de 2021, 2:00 pm

Bienvenida a la Biblioteca Gabriel García Márquez.

Esas fueron las palabras del profesional de sala encargado del turno de la tarde ese día: "vas a comenzar con un recorrido para reconocer los espacios y presentarte a los compañeros". "Que emoción" pensé, aunque también sentía los nervios normales de todo primer día. Me presentaron a mi compañero guía, quien, con una sonrisa, después de darme la bienvenida, me comentó que íbamos a iniciar el recorrido por la sala general y finalizaríamos en la sección infantil.

Recorriendo los espacios me fijé en lo enorme de la colección (y eso que solo era la sala general), recordé entonces que antes de trabajar había visitado algunas veces esa biblioteca, pero solo en la sección de literatura y no me había tomado la molestia de recorrer los otros espacios. Yo miraba atenta, cada estante, mueble, persona que veía. El color caoba que acompañaba cada espacio me transmitía una sensación de calidez, también pensé "Qué curioso que tengan plantas dentro de la sala".

Miraba entre los estantes mientras el compañero me explicaba brevemente la forma de organización del material bibliográfico, pasamos por el área de Sonoteca y Videoteca, saludé a otro funcionario. "Mucho gusto, bienvenida, la organización es…", estas palabras las escucharía todo el recorrido, bajamos al segundo piso, en el cual se encontraba la sección de hemeroteca y cubículos, seguimos bajando, en el primer piso la sección de literatura que por suerte ya me era familiar.  "Ya te explicaremos a detalle cuando estés en cada punto fija", me dijeron. "Qué alivio", pensé, porque definitivamente era mucha información y eso que estábamos empezando hasta ahora.

Luego de varias presentaciones y explicaciones de organización, salimos de la sala principal hacia la sección de Distrito Gráfico, esta sala me llamó la atención por lo cómoda que se veía, todos los colores y formas eran diferentes de las otras salas, de inmediato me reproché a mí misma por no haber conocido antes este espacio. Ya para finalizar nos dirigimos a la sección infantil, pasamos por la ludoteca, internet infantil y la sala de literatura para niños, la verdad tengo que reconocer que a esta sala no le presté mucha atención, y es curioso porque al día de hoy ha sido el área que más me ha inspirado.

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