Comúnmente, al pensar en una biblioteca, se imagina un lugar con muchos estantes llenos de libros, funcionarios muy serios, silencio, actividades únicamente enfocadas en la lectura y en donde posiblemente cada uno está sumergido en sus cosas sin reparar mucho en los demás.
Si bien esta idea no es errónea, no es tan cercana a la realidad de la Biblioteca Pública de Bosa. Por ejemplo, esta no se concibe desde el silencio, al contrario, las risas, las charlas y la música hacen parte de este ambiente cotidiano en donde todos y todas tenemos espacio, importancia y validez.
La Biblioteca permite satisfacer las necesidades de información de las personas, a la vez que se interesa por impulsar la herencia de saberes entendiendo la necesidad de reconocer, recuperar y compartir conocimientos de diferentes temas que atañen y son parte de esta colectividad: el costurero ecológico, la huerta bibliotecaria, los clubes de lectura, etc. Estos se constituyen como espacios en los que nos acercamos a los libros, a los saberes que unos y otras tenemos, así como también nos acercamos a cada persona que participa y frecuenta la biblioteca.
A partir de la huerta bibliotecaria, la terraza, el semillero, la colección huertera, el compartir de semillas y el diálogo se logran ejercicios de unidad entre la comunidad. Manos de mujeres fuertes y sabias cocinan resistencia desde las ollas comunitarias que cada 15 días nutren el ser de quienes acoge. Esta olla, tan preciada, se logra gracias a la unidad, el aporte y el trabajo en la huerta bibliotecaria de quienes se rehúsan a perder la conexión con la naturaleza y con las otras.